La vida en el presente y la de las generaciones futuras está en peligro. Los arsenales nucleares cuentan actualmente con un poder mayor al de un mill6n de bombas como la de Hiroshima. No hay recursos suficientes ni avances en los conocimientos médicos que permitan enfrentar de manera eficaz la morbilidad, mortalidad y destrucción que generaría una explosión nuclear. Nuestra tarea, en estas condiciones, es básicamente preventiva. El autor hace un llamado a los médicos para organizarse en tomo a las siguientes demandas: suspender las pruebas y producción de armas nucleares; eliminar todo instrumento nuclear que represente riesgos accidentales, y dejar de desviar recursos a programas inmorales que conlleven consecuencias fatales para la humanidad, encauzándolos mejor al desarrollo y salud para todos. Ninguna prioridad es mayor en las actividades de salud pública que prevenir la última pandemia representada por la guerra nuclear.